miércoles, 5 de mayo de 2010

Día del Taxista

Mañana 6 de Mayo, como un recordatorio a la fecha en que se firmó el convenio colectivo de trabajo que regula la actividad, es el Día del Taxista.

Me adelanto aquí a la fecha para que mañana, cuando se suban a un taxi puedan decirle Feliz Día a todos los que al volante nos brindan un viaje cómodo y en muchos casos interesante o divertido, que logran con sus historias, anécdotas y también muchas veces prestándonos un oído.

A todos ellos les dedico esté pequeño relato:

HISTORIAS DE TAXISTAS

¿Quién no se ha subido alguna vez a un taxi y le han contado una historia?

El taxista era un señor mayor, y debo confesar que el auto olía realmente mal. Era ese olor a genitales sucios, por decirlo finamente. Ustedes saben a qué me refiero. Así que bajé un poco la ventanilla. Hicimos veinte metros y el taxista se dio vuelta.

- ¿Usted bajó la ventanilla? –preguntó con vos acusadora que me recordó a mi directora del colegio primario.
- Sí –contesté, y pensé ¿no es obvio? Si la ve baja, ¿para qué pregunta?
- Porque está prendido el aire –dijo el hombre, y sin pronunciar las palabras sabía que me estaba pidiendo que la levantara.

Claro que afuera había 35ª de sensación térmica, pero prefería sofocarme con calor y no con el olor que expiraban sus genitales. Pero como no me animaba a decírselo, subí la ventanilla. De todas maneras eran pocas cuadras y cuando llegara a mi casa me iba a dar una ducha.

A pesar del olor, el hombre parecía simpático. No sé cómo fue, qué lo motivó, pero empezó a contarme una historia:

El otro día una mujer me paró ahí en la redonda o en la rotonda . . .
- ¿Cómo se llama la iglesia de Juramento y Vuelta de Obligado? ¿Rotonda o Redonda?
- Le dicen la Redonda. La rotonda es por la que circulan los autos –le expliqué.

Bueno, esa. Me paró ahí. Se ve que salía de la iglesia. Hicimos unos metros y nos paró el semáforo, ¿vio? Entonces se acercó uno piba con el bebe en brazos a pedir una monedita, yo le dí y la piba me lo agradeció. La mujer de atrás me tocó el hombro y me preguntó qué hacía.

- Nada señora –le dije yo sin saber qué tenía de malo- le di una monedita.
- Pero usted quién es para darle una monedita –me gritó enojada- no vé con son una banda de mafiosos.
- ¿Usted de dónde viene señora? –le pregunté para frenarla un poco.
- De la Iglesia –me dijo, aunque yo ya sabía la respuesta.
- Mire si la piba es esa virgencita a la que usted le va a rezar y a pedir cosas y le está haciendo una prueba –le dije en broma

Pero no sabe cómo se puso. Se bajó del coche y salió corriendo para alcanzar a la piba. Claro que la piba no entendía nada. La otra le pedía perdón y la piba no entendía qué estaba pasando. Hasta que le dijo que para que la perdonara le diera un peso. Yo me quedé ahí esperando. No me iba a perder eso. La señora volvió, se subió al coche y seguimos camino. Iba lejos, hasta Reconquista, y se pasó todo el viaje pidiéndome perdón. Usted no sabe. Yo se lo había dicho en broma, pero la señora se puso loca.

Llegamos a mi casa, y cuando le iba a pagar, el taxista no tenía cambio. El taximetro fichaba $6,20. Le dije que cobrara $7, y le estaba pagando con un billete de $10. Me repitió que no tenía cambio, que le diera lo que tuviese. Pero no le iba a dar $4, que era lo único que tenía, así que le ofrecí darle $2 así me devolvía $5. No tenía. Finalmente, sin ganas y a regañadientes le dí los $4 que tenía y mi moneda de $2 de la suerte. Miró esta última pensando que era de otro país, por lo que le aclaré que era de acá.

-Es Argentina, es de $2. Yo la tengo hace un año en mi monedero, porque hay muy pocas en circulación. La tenía para que me dé suerte –le conté.
-Ah! Entonces la guardo acá –me dijo poniéndola en el bolsillo del parasol.

Me bajé, respiré profundamente el aire húmedo de la calle y dejé atrás un horrible olor a genitales masculinos y me llevé conmigo una gran historia. Bueno, quizá no fue una gran historia, pero fue simpática.

Espero les haya gustado.
Besos,

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