viernes, 19 de marzo de 2010

Una patética vuelta a casa


Me subí al colectivo, que por suerte no estaba muy lleno, y me senté en uno de los asientos de la derecha (que están de a dos) del lado de la ventanilla. Estaba fresquito, así que cerré la ventanilla. Después de dos o tres paradas, altura en la que yo ya estaba sumergida en un océano de pensamientos, empecé a sentir un olor . . . Un hombre se había sentado en el asiento de al lado del mio. No puedo arriesgar la edad que tenía, pero aparentaba más de 60 años. Imagínense que me dieron ganas de preguntarle hacía cuánto que no se bañaba. Pero obviamente no le pregunté. No sólo tenía un olor a . . . vamos a decir "sucio" porque no encuentro la palabra adecuada, sino que tenía un impresionante olor a vino.

Me generó una especie de mezcla de sentimiento de pena, con asco, y sentí que estaba discriminando al pobre hombre, y me sentí culpable. Me acordé de la lavadora de perros de las que le hablaba en mi post anterior, y pensaba por qué no inventan baños públicos para que la gente que vive en la calle pueda usarlos. En realidad no hay que inventar mucho para eso, sólo hacerlos. Pero no daba la sensación de que ese hombre viviera en la calle. Estaba bien vestido. Claro que no de traje, ni con ropa cara, ni nada parecido, pero bien vestido. Hasta tenía mocasines. Y pensé en esos baños químicos que ponen en los parques, o en los edificios y casas abandonadas, y lugares donde se me ocurría podían inaugurar estos baños públicos. No es lo ideal, lo mejor sería que usen esos edificios o casas para refugios, con baños obvio.

Un amigo siempre me dice que mis pensamientos son muy rápidos, y es verdad. En este caso también las emociones y sensaciones eran muy rápidas.

De más está decir que abrí la ventana lo más que pude. Prefería tener frío. Me sentía que en cualquier momento vomitaba, pero me daba mucha vergüenza levantarme y sentarme en otro lado. No tenía por qué sentirla, pero fue así.

Además estaba tratando de entender qué era lo que murmuraba este hombre. Venía cabizbajo diciendo algo que culminó cuando luego de cabecear varias veces se quedó dormido. En eso veo que empieza a perfilar la cabeza para mi lado. Ahí se me fue toda la vergüenza y decidí huir. Seguro se están riendo, y está bien. Todo era patético. El problema era que el hombre no escuchaba mi pedido de permiso, y bajo sus pies tenía varias bolsas, con lo que me era muy difícil pasar si él no se movía. Un joven, que estaba sentado en el asiendo justo al otro lado del pasillo me dijo:

-¿Querés pasar?
-Sí, -le dije yo- no aguanto más.
-Tiene mucho olor -me dijo él demostrando su empatía.

Se paró y me dio sus manos para ayudarme a pasar por arriba de las piernas del hombre, que ni se inmutó. Vaya a saber a dónde iba, si no se había pasado de su parada . . . Pero bueno, la cuestión es que me sentí libre, me senté lo más lejos posible . . . No sin antes agradecerle muchísimo al joven, que tenía un rico perfume . . . abría la ventana y sentí que respiraba aire de nuevo.

Así que ahora en casa, luego de haber compartido con ustedes esta experiencia inolvidable, quiero llamar a la solidaridad: si por casualidad alguno de ustedes es funcionario del gobierno, o conoce a alguno, o si tiene mucha plata y no sabe qué hacer con ella, la idea de poner baños públicos me parece genial.

Y en segundo lugar, pido solidaridad a todos los que tengan comercios, ya sean kioscos, supermercados o cualquiera que venda bebidas alcohólicas. Se que hay una gran crisis económica y hay que facturar, pero cuando ven que una persona está pasadita de alcohol, no le vendan más. Sería de gran ayuda si lo hicieran, y lo digo por cosas mucho más graves que pasan que la pavada que es al lado de ellas un hombre con mucho olor a vino.

Espero que se hayan divertido con esta patética vuelta a casa que he tenido hoy, que aunque parece un cuento, no lo es.

Besos,

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